Explotación sexual en Argentina
Sin prostitución, no hay trata de mujeres
Es el tercer delito más lucrativo del mundo, opera gracias a la complicidad de una imnensa red local e internacional y los responsables gozan de total impunidad.
Por: Altmann, Melody
Fernández, Sabrina
Galiani, Antonela
Girona Acevedo, Victoria
Una vez los argentinos dijimos “Nunca más”, pero todavía en 2010 se dan casos de coerción de la libertad personal, de aplicación sistemática de la violencia, de robo de identidad y de personas de las que no se tiene ningún dato respecto de su paradero. Y todo esto, con el fin de incrementar los bolsillos de delincuentes que pretenden lucrar con la explotación de la vida ajena.
Nos referimos a la trata de personas, el tercer delito más lucrativo a nivel mundial -luego del tráfico de armas y de drogas- que, para su funcionamiento, requiere del secuestro sistemático de individuos con fines de explotación y de una inmensa red local e internacional de complicidades, en la que se ven involucrados hasta las fuerzas de seguridad, la Justicia y funcionarios públicos.
Por trata de personas se entiende el reclutamiento, secuestro, transporte y alojamiento de individuos para la explotación sexual, laboral o para el tráfico de órganos. En Argentina, según la diputada nacional de la Coalición Cívica, Fernanda Gil Lozano, existen aproximadamente 500 mil casos. En esta investigación, nos centraremos, específicamente, en el los de las mujeres y niñas secuestradas para el ejercicio de la prostitución, en tanto que constituye el 90 por ciento de los casos de trata.
Como premisas, consideramos que sin prostitución no hay trata de mujeres, y sin clientes, no hay prostitución. Por eso, indagaremos acerca de la representación social que hombres y mujeres hacen de esa actividad, desde tiempos inmemoriales, para tratar de esclarecer el papel que se le otorga al cuerpo femenino, intentar comprender cómo funciona el negocio de la explotación sexual, y plantear posibles formas de iniciar el camino de búsqueda de justicia e igualdad social.
La naturalización de la prostitución
Desde los tiempos más remotos, existe en la sociedad un contrato sexual, implícito, según el cual los hombres se ubican del lado del dominio y las mujeres, del de la subordinación. Esta relación desigual ha sido naturalizada con el correr de los años en todos los estratos de la sociedad: familiar, laboral, sexual, político. Al respecto, Marcela D’Angelo, integrante de la campaña Ni una mujer más víctima de la prostitución, da un ejemplo: “Nosotras somos promotoras de dominación. Les decimos a nuestras hijas que pongan la mesa y a los nenes no. Naturalizamos que ellos utilicen nuestros cuerpos como se les de la gana”.
La prostitución se inscribe en esas relaciones de opresión patriarcal. Las primeras mujeres sometidas a esta práctica fueron las esclavas, a quienes se obligaba a satisfacer sexualmente a sus amos. En la era capitalista, en la que todo se transformó en mercancía, esto se acentuó y los cuerpos de las mujeres comenzaron a ser exhibidos como productos. Ya no se trata de personas de sexo femenino, sino de cuerpos en abstracto.
Esto está vinculado a una concepción masculina de la sexualidad, según la que el hombre tiene necesidades que deben ser satisfechas en el momento, como si fuese una especie primitiva o animal salvaje. Desde esta mirada, la sociedad debe proveerle cuerpos. He aquí un primer mito que contribuye a la naturalización de la prostitución.
En relación con esto, una segunda idea falsa es la que establece que la prostitución ha existido siempre y, por lo tanto, la plantean como una realidad inalterable -en el plano de la naturaleza y al margen de lo social-, y de esta manera se cercena el debate respecto del porqué de su existencia.
También es muy difundido el pensamiento de que muchas mujeres asumen la prostitución de manera voluntaria. Pero no se puede apelar a las ideas de “libertad” y “voluntariedad” de forma aislada, sin tener en cuenta las condiciones de vida que atañen a la persona. Pues es el sistema mismo el que empuja a esas mujeres a ultrajar su cuerpo.
Por último, otra idea falsa es la que asegura que poner en alquiler al cuerpo femenino es una forma sencilla de ganar dinero, cuando, en realidad, la porción más grande de lo recaudado se lo lleva la red de prostitución y los daños psicológicos de las víctimas son irreversibles.
La existencia de una clientela fiel y permanente, la rentabilidad del negocio, y la ambición de ganar dinero a cualquier precio por parte de personas inescrupulosas terminan confluyendo en una inmensa red de trata. Por eso, D’Angelo afirma: “La prostitución y la trata con fines de explotación sexual son dos caras de una misma violencia contra las mujeres”.
Armazón legal en Argentina
Argentina es un país de origen, tránsito y destino de mujeres y niños con fines de explotación sexual. Monique Thiteux-Altschul, de la Fundación Mujeres en Igualdad, dice que, en cuanto a las redes internacionales, las víctimas proceden especialmente de Paraguay y República Dominicana. Y en cuanto a las redes internas, explica que éstas siguen, en general, las “rutas de la soja”, frecuentadas por camioneros. Por otro lado, según un informe de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) las provincias de Misiones y Tucumán son las que presentan los índices más altos de víctimas.
Frente a esto, el Estado no tiene ninguna política unificada a nivel nacional, a pesar de que en 2008 se sancionó la Ley de Prevención, Sanción de la trata de personas y Asistencia a sus víctimas.
Esta norma no fue la primera tendiente a castigar este delito. El primer intento de penalizar la explotación de mujeres y niñas para la prostitución fue la ley 9143, de 1913, conocida como Ley Palacios. En esta época, la prostitución era legal, y a la trata y tráfico de personas se la llamaba “trata de blancas”, para diferenciarla de la trata de personas provenientes de África, dirigida mayoritariamente para la explotación laboral. A ésta le siguió en 1936 la ley 12.331, que prohibía la instalación de prostíbulos y los controles policiales y sanitarios sobre las mujeres, y terminaba con toda forma de reglamentación de la prostitución, por considerarla violatoria de la dignidad de las personas. En cuanto a los tratados internacionales, Argentina ratificó en 1949 la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena de las Naciones Unidas, entre otros.
Pero, de allí en adelante, no hubo un tratamiento comprometido a nivel nacional respecto del delito de trata de personas y hubo que esperar casi 60 años para que el Congreso dictase una nueva ley que condenara esa práctica. El 9 de abril de 2008, la cámara de Senadores sancionó la ley 26.364, que establece la “Prevención, Sanción de la trata de personas y Asistencia a sus víctimas”, para llenar el vacío legal que había hasta el momento.
En sus artículos 2º y 3º define al delito: “Esta norma entiende por trata de personas la captación, el transporte y/o traslado —ya sea dentro del país, desde o hacia el exterior—, la acogida o la recepción de personas con fines de explotación”. Sin embargo, distingue entre menores y mayores. En el caso de estos últimos, la ley señala que existe explotación cuando “mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier medio de intimidación o coerción, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la víctima, aun cuando existiere asentimiento de ésta”. Es decir, las víctimas mayores de edad lo serán en tanto y en cuanto puedan probar que fueron obligadas a dar su consentimiento. En cambio, en el caso de los menores esto no hace falta.
Este punto es el principal blanco de las críticas que distintas organizaciones sociales y feministas, y también algunos legisladores, le hacen a la norma. Al respecto, la diputada nacional de la Coalición Cívica Gil Lozano afirmó: “Vivimos con una ley que hace diferencias entre las víctimas, que las obliga a demostrar que fueron engañadas y secuestradas. Pero no es necesario probar nada, porque nadie puede elegir su propia esclavitud”. Por otro lado, Thiteux-Altschul sostuvo que es casi imposible de demostrar.
Otro punto controversial es el de la sanción a los tratantes. La ley prevé penas de entre tres y seis años, en caso de que las víctimas sean mayores, y de entre cuatro y diez, en caso de los menores. Sus detractores, consideran que, de este modo, no se cumple con el objetivo de perseguir a los tratantes y proteger los derechos humanos de las víctimas. Al respecto, Marcela D’Angelo afirmó: “La ley protege a los proxenetas. Tiene las penas más bajas de Latinoamérica. Al ser de 3 años, el delito puede ser excarcelable y quedar impune”.
Por último, otro punto criticado es que si bien plantea la asistencia a las víctimas, el Estado no destina los fondos necesarios para brindarles apoyo psicológico ni resarcimiento económico. En ese sentido, Gil Lozano sostuvo: “No puede ser que no haya presupuesto, que la Oficina de Rescate a la Víctima de Trata del Ministerio de Justicia tenga 18 personas para todo el país. No puede ser que la Argentina no banque ni una sola casa para las víctimas de trata. Está la fundación María de los Ángeles, que la financia la embajada de Estados Unidos”. Y Thiteux-Altschul agregó: “La única ayuda a las víctimas es para que regresen a sus lugares de origen”.
No obstante, no todo es negativo. Ella explicó que, desde su promulgación, el Estado rescata más víctimas de trata y hay más integrantes de redes de trata presos, aunque no condenados”, y D’Angelo explicó que, al ser una ley federal, pueden rastrear el paradero de las víctimas en todo el país.
Todas podemos ser víctimas
La inmensa red no distingue clases sociales, edades ni aspecto físico a la hora de apropiarse de sus víctimas. Todas podemos ser blanco de los proxenetas. Sin embargo, según los especialistas en trata, el mayor número de chicas secuestradas se encuentra en situación de pobreza, marginalidad y desempleo, con bajos niveles de escolarización.
Y los captores desarrollan distintos modos de apropiación, según el sector social al que pertenecen las mujeres. Las más vulnerables son las que tienen mayores necesidades económicas y, en muchos de los casos, son también analfabetas. Para lograr su captación, se utiliza el método del engaño. Se las seduce con una oferta laboral para que vayan a trabajar a otra provincia y, cuando ellas aceptan, son secuestradas de forma inmediata. Y cuando esto se produce, sus familiares son muy poco escuchados ya que no disponen de herramientas para acceder a un abogado o a los medios de comunicación.
Por otro lado, las mujeres de clase media y media-alta son directamente raptadas en lugares públicos, haciendo uso, para ello, de la violencia.
Con respecto a la edad, las más elegidas son las de entre 4 y 25 años. Y en cuanto a la cotización, las rubias de ojos celestes están en el primer puesto, y, en general, son utilizadas para formar parte de la trata vip.
Lucrecia Ansaldi explica cuán organizada está la red local e internacional: “Nunca se llega a la cabeza porque las mujeres tienen miedo de hablar y denunciar. Además, porque existe toda una complicidad entre el entregador, el que tiene el prostíbulo, el testaferro, la policía y hasta los funcionarios públicos. También, hay coimas con los inspectores y así, obviamente, nunca se llega a develar el tramado de la red”.
En los pocos casos en que las mujeres logran escapar de los prostíbulos, quedan muy deterioradas psicológicamente. Sufren angustia, ataques de pánico, depresión y, en algunas ocasiones, llegan a tener intentos de suicidio ya que se sienten reducidas a meros objetos. Ante cualquier disparador, reviven constantemente su experiencia en cautiverio.
Además, como sus captores las mantienen drogadas, al salir se vuelven agresivas por la abstinencia. “La familia tiene el recuerdo de la hija que desapareció pero nunca vuelve a ser la misma, por lo que su entorno también necesita contención”, asegura Ansaldi.
Por otro lado, muchas mujeres no quieren salir de sus casas porque tienen miedo de que las vuelvan a secuestrar, ya que las mantienen amenazadas. “Además, aunque parezca increíble, muchas de ellas terminan conviviendo con su entregador en el mismo barrio”, explica Ansaldi.
¿Cómo prevenir?
Como se dijo, la norma establece como uno de sus puntos la prevención de este delito, y para eso se necesitarían efectivas campañas de concientización por parte del Estado. Sin embargo, las diferentes organizaciones denuncian la ausencia de las mismas. Al respecto, Lucrecia Ansaldi, de la organización no gubernamental La Casa del Encuentro, denuncia: “Si el Estado las hiciera, las tendríamos que ver, pero no vemos nada. Y esto pasa porque hay una red enorme de complicidades adentro del Estado”.
Ansaldi explica que una buena campaña de prevención consistiría en que “en todos los barrios, colegios y medios de comunicación haya concientización sobre el tema ya que es un problema de derechos humanos”. Y señala que es necesario que los hombres entiendan qué es la trata y por qué se produce, ya que son ellos, los que mayoritariamente, forman parte de la clientela de la prostitución.
Además, dice que el Estado debería explicar cuáles son los medios de captación, para evitar que las mujeres caigan en las redes, y cuáles son los pasos a seguir cuando desaparece un familiar.
¿Qué hacer ante la desaparición de un familiar?
Existen varios números a los que se puede llamar en caso de desconocimiento de paradero. Además del 911, en la ciudad de Buenos Aires hay dos teléfonos a los que se puede recurrir. Uno es el 137, el del programa Las víctimas de la violencia, y el otro, el 147, que es la Dirección General de la Mujer. Los especialistas también recomiendan acercarse a la fiscalía más cercana al lugar del hecho o a la comisaría de la mujer, si la hubiera.
Es fundamental aclarar que no se pueden hacer denuncias anónimas, motivo por el que muchas personas que están amenazadas o siente temor se abstienen de hacerlo. Sin embargo es muy importante dar aviso a la policía.
Por otra parte, suele suceder que los familiares de las víctimas se encuentren decepcionados por el lento accionar del Estado. Es por ello que deciden acudir a las diversas fundaciones o asociaciones. Son éstas las que, luego de comprobar que el caso sea verídico, difunden las fotos de las secuestradas por varios medios de comunicación.
El rol de los medios de comunicación
En esta era capitalista, el papel de los medios de comunicación como constructores de imagen del cuerpo de la mujer acentúa la problemática de la prostitución y por consecuente, la trata de mujeres. La intimidad se utiliza como producto y la sexualidad se mercantiliza. A su vez, diferentes programas exhiben los cuerpos-sexuados de las mujeres como mercancías, impulsando la idea de la prostitución como algo deseable, placentero y económicamente conveniente, lo que se opone a la experiencia de millones de mujeres en esa situación.
“Los medios son un arma de doble filo. Por un lado, dan a conocer el tema de la trata de mujeres, lo hablan en las noticias y en las novelas para concientizar al ciudadano y todo eso sirve un montón. Pero, por otro lado, hacen anuncios de prostitución y ponen a mujeres que están con poca ropa en programas, mostrándolas como un objeto sexual”, aseguró Lucrecia Ansaldi de La Casa del Encuentro.
Radios, revistas, periódicos y la televisión, en particular, colocan a las mujeres en el lugar de objetos eróticos-pasivos y promueven el uso de su cuerpo, logrando despertar el deseo de los hombres y proponiéndolo como algo “natural”. A su vez, la pornografía también está presente en los afiches públicos, los avisos de internet y las publicidades donde la mujer es caracterizada con patrones estéticos discriminadores y degradantes. Así, la constante exhibición de mujeres semi-desnudas y servicios de acompañantes están banalizando y difundiendo como ejercicio de la “libertad” la explotación de la mal llamada “prostitución voluntaria” y la “trata consentida”.
Como meros ejemplos podemos nombrar los programas del Canal 13, dirigidos por Marcelo Tinelli (Cantando por un sueño, Bailando por un sueño y Patinando por un sueño), donde las participantes femeninas se exhiben casi desnudas, la publicidad de desodorantes Axe, donde todas las campañas de este producto de basan en la imagen femenina degradada, pasiva y abusada en donde el hombre ejerce una sexualidad desbordante y legitimada que violenta a la mujer, y las publicidades de Pepsi Max de Argentina, donde tres jóvenes apuestan mujeres.
Ante esta problemática, Marcela D’Angelo, integrante de la Campaña Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución, plantea el inicio de una solución para la sociedad: “Nosotros queremos salud, educación, protección social y trabajo digno para todas las personas. Dar perspectivas de género y desestructurar el contrato sexual implícito mediante la educación puede ser la solución, como sucedió en Suecia”. Además, agrega: “La sociedad se interesa por el tema pero lo desconoce y hay mucha naturalización de la prostitución también debido al tratamiento que le dan los periodistas.”
Por otro lado, el papel de los medios como difusores de las exposiciones y campañas contra la trata de mujeres y la prostitución ha sido muy pobre a lo largo de los años y duramente criticado por diputados y distintas organizaciones sociales y feministas, quienes reclaman mayor cubrimiento mediático de sus protestas. Margarita Stolbizer, diputada de la Unión Cívica Radical, certificó: “La baja visibilidad que tiene esta problemática y la escasa repercusión mediática que uno consigue es terrible. La falta de compromiso de los medios de comunicación termina siendo cómplice con la repetición de estos episodios. Es necesario visibilizar este delito ampliamente para que haya una conciencia colectiva y comprometida, sino lamentablemente la lucha sigue siento estéril”.
Como complemento a este reclamo, Marcela D’Angelo manifestó que a sus exposiciones sobre la trata solo concurren los medios alternativos y reclamó: “No tenemos repercusión en los grandes medios porque nosotras problematizamos el negocio y tocamos a los que más poder tienen.”
Es evidente que se trata de una fuerte crítica hacia el tratamiento que realizan a los grandes monopolios mediáticos. Sin embargo, fue gracias a una telenovela emitida por Telefé en 2008, donde la ficción fue utilizada como medio de crítica social, que un medio masivo desarrolló el delito de la trata de mujeres basándose en el caso real de Marita Verón (ver RECUADRO).
“Vidas robadas”, protagonizada por Facundo Arana y Soledad Silveyra, fue la telenovela más vista en la historia de la televisión argentina hasta ahora y logró concientizar y sensibilizar no solo a la población argentina sino también a la de países de América Latina que padecen esta problemática. “La novela fue un factor decisivo para instalar el tema en la sociedad. A partir de ella casi todos los estratos de la sociedad se enteraron del significado de la palabra trata”, señaló Monique Thiteux-Altschul, de la Fundación Mujeres en Igualdad.
Además de ser debatido en los hogares, el tema llevó a que en Buenos Aires se conformara una Comisión Legislativa especializada en trata de personas y se avanzara sobre el debate de la Ley de Trata.
Sin embargo, el rol de los medios debe ser el de concientizar y educar a la sociedad argentina sobre el gravísimo delito que implica la trata de mujeres y la prostitución, algo tan naturalizado en nuestra cotidianidad.
Los empresarios y los trabajadores de la comunicación deben apelar a su responsabilidad social y fomentar la prevención y las campañas que lleven a desnaturalizan y a desestructurar el contrato sexual implícito en nuestra sociedad. Ése sería un buen comienzo.
Un reclamo más fuerte
Se llevan hijas, hermanas, novias, esposas, madres y compañeras. Las engañan, se apropian de ellas como si fueran objetos, las someten a la violencia, las amenazan y las explotan sexualmente. Y todo esto se esfuma en dos conceptos ya casi cotidianos: impunidad y falta de justicia.
A los reclamos para modificar la Ley de Trata, a las campañas para pedir que el Estado se haga presente y le brinde atención a las víctimas y a sus familias, y a la súplica de que los proxenetas reciban el castigo que merecen, se sumó uno nuevo pedido por parte de las organizaciones sociales: declarar a la Trata como un delito de lesa humanidad.
“Pedimos que se analice sinceramente este tema. Si existe trata es porque hay distintos niveles de complicidad por parte del Estado, porque hay organizaciones internacionales con conexiones locales, y, principalmente, porque en la Argentina de hoy hay un plan sistemático de desaparición de mujeres y de niñas”, declara Ada Beatriz Rico de La Casa del Encuentro.
Desde hace tres años, todos los 3 de cada mes, diferentes fundaciones sociales, políticas y feministas marchan frente al Congreso con el objetivo de ser escuchadas. “Pedimos a los legisladores, porque lamentablemente hoy la palabra desaparecidas tienen nombre y apellido: Florencia Penachi, Marita Verón, Andrea López, Fernanda Aguirre, Dana Pecci, María Cristina López y su hijo... Estos nombres que a algunos diputados no le significan nada, son ciudadanos, personas, mujeres. Acá hay una realidad, y para los que se quieren hacer los distraídos, que dejen de consumir prostitución, porque ahí afuera hay mujeres que están siendo explotadas”, afirmó Rico.
Según varios organismos, es sumamente importante declarar a la trata como delito de lesa humanidad, ya que es un crimen sistemático en donde hay complicidad del Estado, a partir de la corrupción que se da en los distintos niveles. Además, si se la considerara como tal, las penas que recibirían los proxenetas serían mucho más altas.
En ese sentido, la vocera de La Casa del Encuentro concluye: “Para poder apelar a organismos internacionales, y seguir a las redes de trata, con conexiones internacionales y locales, para poder colocar a la trata en la agenda de derechos humanos y políticas de estado, necesitamos una nueva herramienta. Ellas y ellos no pueden seguir esperando más”.
EXPERIENCIAS DE UNA LUCHA
Marita Verón: secuestrada por las Redes de Trata.
Marita es una chica de Tucumán, que a los 23 años salió de su casa para realizar una consulta ginecológica y nunca más se supo nada de ella. Sus padres comenzaron a buscarla desesperados y sin descanso, desde su secuestro en 2005 hasta la actualidad, sin obtener resultados positivos.
Este es, sin duda, el caso más emblemático y reconocido de Argentina sobre la trata de personas para explotación sexual. A raíz de su investigación, se han rescatado en la provincia de la Rioja diecinueve mujeres en cautiverio que eran obligabas a prostituirse en las llamadas "whiskerías", que no son otra cosa que prostíbulos.
Los familiares de Marita explican en su página Web que “ningún fiscal ha promovido la investigación y que se guarda riguroso silencio oficial sobre el tema. Afirman que el caso de Marita Verón ha puesto en exposición la cruda realidad de la trata en el Noroeste Argentino, que parece tener en La Rioja su centro de operaciones”.
Dana Pecci: secuestrada en dos oportunidades y asesinada por las Redes de Trata.
Desde su primera desaparición en 2003, los familiares de Dana la buscaron desesperados. Denunciaron su secuestro en la policía, en Missing Children y en numerosos portales de Internet.
Luego de tres meses de cautiverio, Dana logró escapar del lugar en dónde estaba secuestrada y se comunicó inmediatamente con su madre. “Dana me llamó por teléfono, me contó que estaba en Olavarría, que había vivido en una casa con tres chicas más, también menores de edad. Enseguida le dije ‘vamos a hacer la denuncia’, y ella me respondió que no, porque íbamos a terminar las dos en una zanja, ya que esta gente maneja todo Olavarria”, cuenta Adriana, su madre.
Dana pudo reencontrarse con su familia, pero las abstinencia de drogas que había ingerido en cautiverio la volvió agresiva. “Para estar más seguros la internamos en una clínica privada de recuperación, en el partido bonaerense de San Martín. Pero Pedro Fernando Adorno, líder de la Red de Trata de personas en Olavarría, con la ayuda de su hija Ruth Adorno, que pertenece a La Policía Federal, empezó a buscarla y lamentablemente logró encontrarla en la clínica. Entonces una de las licenciadas de la institución pidió un traslado sin avisarle nadie, y ahí es donde Dana desaparece”, explica Adriana.
En 2007, un periodista de Olavarría se comunicó con la familia de Dana para contarle que su hija había sido asesinada de seis tiros en la cabeza, pero que había tenido un hijo en cautiverio. “El crimen se desencadeno porque mi hija quiso escapar con su bebe de un año y medio. Hoy, mi nieta se llama Luciana Paola, tiene 3 años. Pero no sabe que yo existo, vive en una mentira. Volvemos a la época de la dictadura, vive con apropiadores. Mi nieta sigue apareciendo en Internet como en una familia perfecta, porque encima estos degenerados le pusieron su apellido”, cuenta Adriana, con una mezcla de tristeza e indignación.
Hoy la lucha de esta mujer debe continuar para encontrar a su nieta y para hallar justicia en nombre de Dana Pecci.
Andrea López: otra víctima de las redes de trata.
Andrea despareció en Santa Rosa, La Pampa, la madrugada del diez de febrero de 2004 y hasta hoy es buscada desesperadamente por su madre. “Me enteré de su ausencia 20 días después. Ella vivía con su pareja, Víctor Manuel Purreta, quien la obligaba a ejercer la prostitución. Andrea tiene un hijo de diez años, que después de mucho esfuerzo y lucha lo tengo conmigo”, explica Julia Ferreira, mamá de Andrea López.
Manuel Purreta fue condenado por la justicia de La Pampa por someter a Andrea a explotación sexual, pero permaneció encerrado sólo tres años.
La familia de Andrea está pidiendo todavía por la aparición de su hija y porque la busquen internacionalmente. “No sé si la voy a conseguir viva o muerta pero no voy a parar hasta encontrarla, yo lucho todos los días por ella y le crío a su hijo”, explica Ferreira